Bueno, bienvenidos a este nuevo newsletter, como si hiciese falta uno más en el mundo. Si me vienen siguiendo en El Baile Moderno, Kamandi o Twitter (PERO GUIÉN SÓ) este newsletter no va a ser muy diferente a eso: va a tener un poco de música, un poco de comics, un poco de cine, un poco de literatura y un poco de política. La idea es que funcione como un diario de consumos culturales y polémicas y links, y que una vez cada 15 días les llegue un mail que sea algo así como “esto es lo que está pasando en mi cabeza en este momento”. También va a ser un intento por escribir un poco más corto y en forma de pastillas. Demasiadas veces en los últimos años tuve ganas de sentarme a escribir sobre algo, solo para encontrar que eso implicaba sentarme y escribir un largo texto muy investigado (porque esa es la forma en que me siento cómodo escribiendo en blogs) y al final no hacer nada. Veremos si funciona.
Hay varios motivos que me llevaron a tomar esta decisión, que creo son los mismos motivos por los cuales mucha gente y muchos medios están abriendo newsletters, y que se pueden resumir en el resonante fracaso de las redes sociales para construir comunidad y para convertirse en espacios de discusión pública. Este año leí The Twittering Machine de Richard Seymour, probablemente mi libro favorito del año, el cual es una radiografía de lo que las redes sociales hicieron con nuestros cerebros: nos volvieron adictos, gamificaron nuestras reacciones y los estímulos positivos y negativos, y nos sumergieron en un espacio virtual en el cual nuestro propio ser y nuestra propia autoestima están siendo cuestionados constantemente. El problema principal es que no hay modo virtuoso de usar las redes sociales: están construidas para montarse sobre la “economía de la atención” y cuanto más la toman, mejor funcionan. Además, están pensadas como una inmensa competición, en la cual las correcciones y discusiones sobre quién es más virtuoso o conocedor o popular impactan y distorsionan cualquier intento de sostener un diálogo. Por ello pienso mucho en cerrar todas mis redes sociales, aunque mi adicción lo hace difícil, y el miedo a perder el contacto con ciertas personas que solo tengo ahí. Porque la posibilidad de construir un espacio agradable en las mismas, lejos de sus peores impulsos, simplemente no existe.
Esto no quiere decir que los newsletters sean la panacea. Hendrik Janosch, quién maneja One Week One Band, un sitio hermoso de crítica musical obsesiva dedicado a invitar escritores y fans de todo el mundo para que se tomen una semana en escribir sobre una banda (allí escribí una semana sobre Él Mató a un Policía Motorizado), tiene la teoría de que los newsletters son nocivos por dos motivos: porque son privados, y la gente no puede “tropezarse con ellos” como lo hacían con los blogs; y porque tener seis o siete mails por día extra que leer es otra fuente de stress. Coincido con ambas apreciaciones, y especialmente con la valoración nostálgica de los blogs. Por ello también la trepidación a la hora de escribir esto: ¿habrá gente que tenga interés en agregar otro newsletter a su consumo semanal? A veces creo que la proliferación de newsletters es simplemente otro signo de la adicción a la escritura que diagnostica Seymour en su libro: todos pensamos que tenemos algo que decir y todos queremos ser leídos. Pero también siento que es necesario otro contrato con la exposición de lo que escribimos, que no hace falta decirlo todo en público, ni tener una opinión sobre todas las cosas, ni convertir toda diferencia en una batalla cultural.
Por ello, este espacio. Se pueden anotar abajo. Abrazos, y gracias por leer 😃
In the meantime, tell your friends!