#3: Este Disco Está Cabrón, Lo Hice Pa' Vosotro'
¡Bienvenidos a la tercera entrega de El Evangelio del Coyote, un newsletter de arte, política y basura! En esta ocasión, abandonamos el formato salpicado para concentrarnos en un solo fenómeno, más grande que Jesús: Bad Bunny como artista del año.
Una discoteca en ruinas
Fue un año extrañísimo para las artes y la cultura masiva. Es obvio: una inmensa cantidad de ellas dependen de que nos encontremos, de que compartamos un espacio social con desconocidos, unidos en esa misma experiencia, para bien y para mal. A principios de la pandemia, en los lejanos días de marzo, pensaba al teatro y al cine entre los más afectados por la situación, y a la historieta y la literatura, entre los menos. ¿Y la música? Hacer un disco a distancia es posible hace rato, pero los recitales no existen hace un año. Y el ecosistema musical requiere de los vivos para sobrevivir. Además, se produjo el cierre de todos esos lugares intermedios donde “suenan los hits”, lo cual hizo imposible que esas canciones experimenten una vida social. Lo más cercano a ello fueron algunas canciones que se popularizaron a través de las redes sociales, por desafíos de Tik Tok o por virales graciosos (como el de la Bebecita Bebe Lean). Sospecho que la experiencia de la música del año fue profundamente desigual de acuerdo al lugar donde viviste. Lo cual siempre es así, pero la suavidad y seducción de la industria cultural cubre como una manta pesada las diferencias y nos hace sentir, aunque sea por algunos momentos, que formamos parte de lo mismo.
Sin embargo, creo yo, para Bad Bunny las dificultades del ciclo solar parecieron secundarias frente a su ambición, y se las sacudió de los hombros como un monstruo gigante que se sopla los restos de una ciudad destrozada. O quizás simplemente fue muy importante para mí, y todavía estoy intentando explicarme por qué.
10 cosas que odio de ti
A raíz de la reciente salida de Rompan Todo (que no vi, ni pienso ver) algunas personas que sigo en Twitter reaccionaron muy enojadas con un Santaolalla que le cuenta las costillas a Charly García por su conservadurismo en el momento de surgimiento del punk y la new wave, retratado en la espantosa canción de Serú Girán Mientras Miro Las Nuevas Olas, una misiva lacrada enviada a la tierra de los viejos chotos. Por supuesto, es indignante que el cara de piedra de Santaolalla, uno de los artistas con influencia más nefasta en la historia del rock en español, lo diga, pero la crítica no deja de ser válida, al menos para mí, que jamás entendí la fascinación del rock argentino con preservar sonidos de los 70s que me son decididamente antipáticos mucho más allá de su fecha de vencimiento. Pareciera que siempre hablamos de lo mismo: lo nuevo, lo viejo; lo joven, lo venerable; lo sofisticado, lo cabeza; lo artificioso, lo auténtico; lo popular, lo culto.
Esto me recordó lo mucho que odio a Serú Girán y me llevó a preguntarme por qué. La respuesta más sencilla es porque es una banda prog. Pero, me parece un ejercicio necesario ahondar en el por qué no nos gusta lo que no nos gusta, más allá del prejuicio o las afinidades estéticas inarticuladas. Después de todo, nuestra identidad también se construye por aquello que rechazamos, y está bueno entender que dice ese rechazo de nosotros.
Si bien la discusión es entre new wave y prog, o sea, intra-rockera, también podría ser rock vs. ritmos latinos. Hasta los 90s, siento que muy pocos grupos de rock argentinos tomaban en cuenta estos ritmos. Luego, si, los Fabulosos Cadillacs, los Auténticos Decadentes, los Babasónicos. Pero la música rock en Argentina, ergo la música popular moderna, ergo la música de la juventud, le dio la espalda durante mucho tiempo a aquellos sonidos de su propio continente. Y compró de todo corazón la idea de que la música era mejor cuanto más compleja fuese en sentido tímbrico y melódico, y por supuesto en la ejecución de los instrumentos. Es completamente esperable que Charly, músico con oído absoluto y formación clásica, adoptase por completo el Rock’N’Roll Swindle de que para ser serio el rock debía parecerse a la música compuesta por europeos muertos en algún momento de los siglos XVIII y XIX.
Creo que, en definitiva, que mal me caen la pretensión, la excesiva seriedad y una complejidad puesta no al servicio de una visión artística singular y demencial sino en pos de la complejidad misma. La ambición y el barroquismo son muy bienvenidos, pero en general siento que musicalmente prefiero artistas que piensan y elaboran con limitaciones, que siguen alguna regla (que puede ser tácita o explícita; que puede ser propia del género musical en el que trabajan) que le da una forma a lo que producen. Por algo me gustan tanto las Estrategias Oblicuas y Brian Eno es uno de mis héroes. También siento que hay un componente emocional muy mío que identifica simplicidad con emoción en la música.
¿A qué voy con esta especie de introducción larguísima? Primero, a situarme: ese es el contexto en que crecí. Mi conversión a los sonidos latinos es reciente, y creo debe mucho al sujeto de este newsletter. Segundo, a que siento que Bad Bunny es un músico cuya carrera, elección de género musical y características ponen en relieve de una manera muy especial y actual estas discusiones y que también las desestabilizan, y que su pasaje de meteorito prendido fuego por el año dejan las coordenadas de esta discusión especialmente en evidencia. Bad Bunny es lo nuevo, pero también, para algunos, es lo limitado, pues ¿qué puede salir de artístico de un género tan codificado como el reggaetón? Bad Bunny es lo joven pero también, para algunos, es lo cabeza, lo poco sofisticado. Bad Bunny es lo popular, pero hace que lo culto se rinda ante él, por conveniencia o por convicción. Bad Bunny es lo auténtico, pero su construcción como personaje es deliberadamente sofisticada y desafiante. Y su éxito lo proyecta más allá de su autenticidad.
Si tu novio no te mama el culo
Si agarramos cualquier perfil de Bad Bunny de los últimos 12 meses encontraremos alguna de estas narrativas:
1. El héroe del reggaetón que, combinando amor por el género y otros géneros latinos + talento, se destaca como “un artista” cuya “obra” es singular y, por lo tanto, cualitativamente “mejor” que la de otros en el género.
2. El joven pobre de la zona rural de San Juan en Puerto Rico que se vuelve millonario y se convierte en ejemplo de una historia de superación y, oye muchacho, tal vez también podrías ser tú.
3. El latino que con sagacidad y talento (siempre es mucho muy importante la noción de talento singular) logra conquistar los Estados Unidos cantando en español.
Estas tres narrativas comparten algo en común: la existencia de una injusticia (reggaetón como género bastardo esperando su salvador, la salvación de la pobreza por el arte, la conquista de los colonizadores por parte de los colonizados) y un salvador providencial que, beneficiado por talentos sobrehumanos, corrige la injusticia.
Es que este año Bad Bunny tiene un arco narrativo irresistible. Arrancó coqueteando con la salida de su segundo disco, hypeando y generando expectativa para sacarlo el 29 de febrero a las 12 y generar un evento que, aún no lo sabíamos, pero prefiguraba la vida social en la pandemia: cada une de nosotres escuchándolo en nuestra casa en un ritual colectivo a la distancia. A X100PRE lo esperamos pensando que iba a ser un disco de palos, de reggaetón y trap, un disco para bailar y para frontear, pero cuando salió Benito nos descolocó lanzando un disco mucho más variado, más sensible y más sutil. Un disco que homenajeaba al adolescente emopunk que supo ser. YHLQMDLG descolocó de nuevo porque fue ese disco que esperábamos hace dos años: puros palos realizados con un amor al clasicismo del reggaetón que no sabíamos todavía podía tener curso legal. Y allí recaemos en otra característica de Benito que nos hace cosquillas en nuestra necesidad de encontrar seres extraordinarios: su tendencia a sorprender, a salirse de los estereotipos y de las expectativas que él sembró y nosotros recogemos. YHLQMDLG llegó al filo de la cuarentena, pero tuvo unos días para dar el gran éxito de este año, Safaera, esa suite reggaetonera (¿el equivalente a una canción prog llena de partes y solos?) que nos dejó con tantas ganas de bailar que solo nos quedó hacer memes. Y también dio la frase “Si tu novio no te mama el culo, pa’ eso que no mame”. Qué puedo decir de esta frase. Me parece una de las más brillantes del año. No solo por su absoluta literalidad y desfachatez, sino también por la manera en que coloca el placer anal y la práctica de comer culos, algo que generalmente es tabú dentro de la masculinidad tradicional, en primer plano. Nos pasamos el año hablando sobre anos gracias a cinco segundos de canción. Esa es la potencia que, a veces, abre el pop.
El año maligno que tuvimos pareció no detener la determinación de Benito, que más que motivada por las ganas de tener éxito, parece motivada por las ganas de decir cosas y de llevar a término su visión (aquí otro elemento en esa narrativa clásica: visión, coincidencia entre voluntad y expresión artística). Condenó el asesinato de una mujer trans de Puerto Rico en el prime time norteamericano y sacó Yo Perreo Sola, una canción que defiende la independencia femenina en la pista de baile y para cuyo video se vistió de mujer. No sin polémica, por supuesto, polémica que pareciera contestar en Yo Visto Así, una canción donde dice “Yo visto así, no me vo'a cambiar / Si no te gusta no tienes que mirar” y también: “Cuando niño, mami me vestía / Quizá' la tuya mató tus fantasías”. Sacó un disco con canciones que no iban a salir, entre las cuales había algunas míticas como aquella que grabó con Don Omar. Hizo vivos en Instagram que tuvieron millones de vistas, grabó canciones con su novia, se escondió de las redes sociales, posteó fotos en culo beboteando, participó de una gran cantidad de canciones de otros (incluyendo esta, la que más escuché en el año).
Y terminó el año como había prometido que lo iba a hacer al principio, sacando un segundo disco, EL ÚLTIMO TOUR DEL MUNDO, que es la continuación más clara de X100PRE y su sensibilidad. En EL ÚLTIMO TOUR DEL MUNDO Bad Bunny oscila: arranca diciendo que el mundo es suyo y que puede hacer lo que le da la gana, luego hace una oda hedonista a gastarse todo el dinero el día del cobro, después se queja de la pobreza y dice que no puede comprarle una Ferrari a la novia y finalmente se sorprende cuando se da cuenta que está cobrando un millón por show, en una de las actuaciones vocales más encantadoras del año. Creo que mi tema favorito, sin embargo, es Trellas, una balada cósmica de amor medio shoegaze que tiene mucho de ese sonido que Soda Stereo supo popularizar en Sudamérica robándole a buenos grupos ingleses.
12 rosas y una carta de amor
Pero más allá de este paseo sobre el lugar de Bad Bunny en términos discursivos, culturales y musicales, ¿qué importancia tiene Bad Bunny para mí? O, mejor dicho, ¿por qué me gusta Bad Bunny?
Bueno, en primer lugar, me gusta mucho su versatilidad. Me gusta que sea capaz de hacer un tema tan fiel al género clásico como Safaera y que ese tema comparta disco con Si Le Digo a Tu Mamá, que es la canción más dulce y amorosa del año, construida sobre la base de Garota de Ipanema. Mención aparte al video bellísimo de una fiesta de navidad llena de parientes, alcohol, baile y enredos, algo que cualquier latino que alguna vez haya festejado la navidad puede entender. Y que esa canción comparta disco con un tema como P FKN R, de trap cuasi caricaturesco, o Hablamos Mañana, otro homenaje a la música de rock latina de los 90s que Chantaolalla jamás aceptaría.
Me encanta su generosidad, la manera en que se combina con los artistas clásicos del reggaetón, el modo en que casi solo generó un Jowell & Randy revival, la capacidad para manejar los featurings en sus discos de manera tal de que (casi) cada aparición de un artista alimente sus puntos fuertes.
Me encanta su voz. Si, me encanta su voz, uno de sus rasgos más polémicos. Ese berreo fantabuloso de alma en pena de niño perdido en medio del monte es, para mí, una de las voces más versátiles del idioma español. Lo que pasa es que es FUERTE. Pero es capaz de rappear (obviamente) con una cadencia encadenada, propia del español portorriqueño, que BB exagera hasta el límite, entonces cuando una silaba está terminando ya arranca con la otra. La sensación de escuchar a Bad Bunny es bastante parecida a la de escuchar hablar a un tucumano: las palabras no terminan donde debieran. Pero también puede cantar, como demuestra Trellas, en donde proyecta la voz y la sostiene de una manera bastante impresionante. O puede ser triste, como en <3 un tema de despedida hermoso.
Me encanta que este año tomó algunas decisiones que realmente son muy extrañas en la track list de sus discos. Puntualmente, me encanta la decisión de cerrar EL ÚLTIMO TOUR DEL MUNDO con una canción que no le pertenece, del Trío Vegabajeño, mítico grupo de la canción popular portorriqueña, una decisión que jamás vi en un disco de música pop. Porque no es un cover, es la grabación original, colocada al final del disco. Es un homenaje transparente. Ese cierre, además, si se vincula con Si Le Digo A Tu Mamá, hace de YHLQMDLG y EL ÚLTIMO TOUR DEL MUNDO dos obras que, tomadas en conjunto, arrancan y terminan con canciones sobre la navidad y el fin de año, marcando un ciclo solar.
Me encanta que sea un artista cuyos discos no me cansan, sino que puedo escuchar una y otra vez y seguir descubriéndoles sutilezas y elementos que no había escuchado. X100PRE me lo traje a Berlín la primera vez que estuve aquí y me pasé meses escuchándolo en medio del invierno berlinés (¿hay algo a primera vista más incongruente?). Me encontré sintiéndome atraído por RLNDT, una canción secundaria, inspirada en el caso del niño Rolando Salas Justino, quién desapareció en Puerto Rico en 1999. Además, el título es una referencia al Roland TR-808, EL aparato para producir beats trap. En esa canción a una base mega cabeza se le agregan unos coros angelicales y encima Benito cantando acerca de sentirse perdido por la fama, y no recordar quién es. Esta canción se convirtió en una de las que más me hablaron durante el 2019. ¡Y varios de mis amigos la detestan!
Me encanta que, siendo heterosexual, se presente de una manera ambigua y flexible, y que bebotee de una forma que a veces parece prohibida para los varones heterosexuales. Me encanta poder admitir que la foto en culo de Bad Bunny a principio de año me despertó cosas.
Me encanta, si, no lo voy a negar, su ambición, sus ganas de comerse el mundo, que va de la mano de su prolificidad. ¿Quién mierda que no se llame Robert Pollard es capaz de sacar 45 canciones en un año, 3 discos, paseándose por quichicientos géneros musicales a veces incluso en una misma canción, con una frescura, una curiosidad y simplemente un entusiasmo que parece propio de alguien que no se está exhibiendo, de alguien que no tiene nada para perder? Todavía estoy in awe ante semejante logro.
Me encanta su sentido del humor, que aparece muy a menudo en las letras. “Y si tu novio no te mama el culo…” es el ejemplo más claro, un momento clarísimo, icónico, simultáneamente soez y gozoso, una loa al libertinaje y al placer. Pero también está presente cuando canta “Qué malo que te dejaste / Del gatito que tenía', porque / A mí me gustaba darte / Sabiendo que no era' mía y era' de él” (Qué Malo). O: “En este género yo fui un Hadouken” (Booker T). O “Ustede' son flojo' hasta tuiteando / Se hacen lo' malote' y despué' los ve' rezando” (Está Cabrón Ser Yo). O “Porque hoy cobré y hoy mismo lo' vo'a explotar, ey / El precio ni vo'a preguntar, ey” (Hoy Cobré). Hermosa antisolemnidad, que para mí es muy importante.
Me encanta la sensación de estar viendo a un artista crecer en público. ¿Hace cuánto que no les pasa de ver a un artista mejorar constantemente desde que lo siguen, ponerse desafíos, superarlos, y simultáneamente ser VITAL y CENTRAL para la cultura contemporánea? No me pasaba hacía años. Quizás desde los días dorados de Lady Gaga. Y me encanta que ese crecer en público no sea solamente un crecer en público artístico, sino que tenga un componente humano: ver como se interesa en temáticas que tienen que ver con las políticas de género, con las políticas raciales, con la relación de Puerto Rico con el resto de Latinoamérica (y con Estados Unidos), con la explotación de los artistas por parte de las discográficas. No les debemos nada a los artistas que escuchamos, y no es importante que ellos tengan las mismas políticas que nosotros, pero cuando sucede es reconfortante.
Pero, sobre todo, me encanta que, en un año y un tiempo en el que todos quisimos morir y abandonarnos, hubiese un artista que funcionó como un dínamo viviente que siguió dándonos que hablar en conjunto, que nos hizo sentir un poco menos solos. Me encanta que haya agarrado todas las temáticas de la canción popular, el amor, el sexo, los celos, la infidelidad, la política, los desencuentros, la tristeza, la fiesta, la soledad, la droga, el baile, esos temas tan caros a la sentimentalidad latina, a este continente lleno de paroxismos, y haya hecho lo que se le da la gana.
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El disco de esta entrega, por supuesto, son los tres discos de BB de este año. Pero, si quieren otra cosa, les recomiendo enfáticamente este mix que hizo TAYHANA a mitad de año y que es la gloria romántica misma. El minuto en que mezcla “In The Air Tonight” de Phil Collins es uno de mis momentos musicales favoritos del año.
¡Feliz año nuevo, amigues! Espero que lo estén arrancando de la manera más feliz posible. Nos encontramos de nuevo en dos semanas :)